Teresa Ahedo según Carmen Ripa
“Es de Carranza;
nostálgico rincón de mi mente; tus senderos corría de niña; tus apacibles auroras gritaban mi vida.
Nació artista y desgrana su arte en todos los colores de la naturaleza. Tiene la vida metida en sus divertidos ojos negros, y esos ojos se ríen sin que el resto de la cara sepa por qué. Habla mucho, sin puntos ni comas y ese torrente de expresividad te atrapa y té llena hasta hacer insostenible la indiferencia.
En sus cuadros va desgranando esa intimidad de vivencias fuertes, coloristas, inquietantes y a la vez tibias, con esa ternura que, a veces, solo consiguen los que son muy niños o los excesivamente astutos.
Teresa Ahedo pertenece a un mundo de infancia que no le ha permitido ver más allá de la pureza sublime. Ese es su gran don. En el vive y discurre su paleta, que ella hace poema. Soñar lo inmensurable del azul; atizar el fuego del rojo; cantar el silencio del verde; ver la luz del amarillo; en el blanco, encontrar desnuda la paz. Oh, tiempos de azul, rojo, verde, amarillo y blanco; Soñado en el mar y el cielo lo insondable del azul, pasan las hojas de la vida marcadas por el calendario.
Estudió en el Colegio de Nuestra Señora del Pilar. Se inicia en el dibujo con la profesora Encarna Román, continua en Montpellier con madame Bernat y su pintura empieza a ser más personal. Viaja por París, Roma, Londres y se afinca en Bilbao consciente de que la pintura es –mi pasión, mi reto, mi dar y mi comunicación con la gente–.
En cada cuadro de Teresa Ahedo (dice J.L. García de Angela) se queda un pequeño recuerdo de las percepciones interiores de esta particular pintora que parece que construye con su propia alma y carne sus ventanas hacia fuera, que expresa la defensa de sus inquietudes a trazos y golpes de color. Hay un expresionismo fuerte, directo y carnal; casi modelado a base de pasta matírica, que refleja un mundo de personajes y rostros que nos miran en primer plano y trasmiten una visión ambigua y misteriosa
Le gusta trabajar, no concibe el tiempo en un reloj lleno de horas y carente de cosas dentro. La pintura para mí ha sido como un amor. Me he apoyado mucho en ella y me ha ayudado muchísimo. Gracias a ella siento la posibilidad de ser feliz.
Es madre de 4 hijos y le gusta todo lo que sea blanco y capaz de llenarse de cosas. Un lienzo, una cuartilla… por eso le entusiasma escribir y pintar. Un papel es el que mejor sabe recoger todas las inquietudes de una persona, es el mejor amigo. Pero de la paleta escoge como compañero de viaje el color rojo. Rojo de madre, esposa, hermano. Rojo de amigo, en rojo amado.”
Carmen Ripa